Sistema inmunitario

Los ácidos grasos omega-3 son poderosos aliados del sistema inmunitario. De hecho, varios estudios han demostrado su capacidad para modular tanto la respuesta inmunitaria como la inflamación.

Los primeros datos al respecto se remontan a 1932, cuando se observó que ciertos estados inflamatorios podían contrarrestarse mediante el tratamiento con ácido omega-3 eicosapentaenoico (EPA) y ácido docosahexaenoico (DHA).

 

 

¿Por qué inmunidad e inflamación?

Los procesos inflamatorios representan un mecanismo de defensa genérico e inespecífico que ayuda al organismo a contrarrestar cualquier agresión, ya sea traumática, química o microbiana.

 

Sus síntomas básicos, descritos ya en el siglo I d.C. en De Artibus de Aulus Cornelius Celsus, son 4:

 

  • rubor (enrojecimiento);
  • Calor (aumento de la temperatura de la zona inflamada);
  • tumor (hinchazón);
  • dolor (dolor). 

 

Más tarde se añadió un quinto síntoma: functio laesa (pérdida de función).

 

La inmunidad específica, por su parte, es un sistema de defensa más sofisticado que puede dividirse en dos mecanismos:

 

  • Inmunidad humoral o de anticuerpos, basada en la producción de anticuerpos;
  • inmunidad mediada por células pertenecientes al sistema de defensa del organismo.

 

Tanto la inflamación como la inmunidad específica pueden verse favorecidas por varios factores. El estímulo desencadenante provoca la producción de moléculas que señalan al organismo la presencia de inflamación: las interleucinas y los eicosanoides.

 

Y aquí es donde entran en juego los ácidos grasos. El equilibrio entre Omega-3 y Omega-6 (otra clase de grasas) regula la producción de varias moléculas inflamatorias. En concreto, el Omega-3 inhibe la producción de eicosanoides y tiene un efecto antiinflamatorio; el Omega-6, en cambio, favorece la inflamación.

 

 

 

El papel del Omega-3

 

 

Años de estudios han aclarado el mecanismo por el que el Omega-3 modula la respuesta inmunitaria y la inflamación.

 

Su efecto depende de varios factores, como el tipo y la cantidad de ácidos grasos introducidos con la dieta y la duración de la ingesta de complementos y suplementos dietéticos.

 

Los resultados de las primeras investigaciones fueron confirmados por estudios clínicos que demostraron la eficacia de los suplementos de aceite de pescado rico en Omega-3 para modular la actividad de las moléculas proinflamatorias y los factores implicados en la respuesta inmunitaria.

 

 

 

Omega-3 y enfermedades reumáticas

 

Una aplicación interesante de los Omega-3 se refiere a las enfermedades reumáticas desencadenadas por la autoinmunidad.

 

Las enfermedades autoinmunes se llaman así porque en su base hay una respuesta anormal del sistema inmunitario, que ataca a su propio cuerpo.

 

Entre las enfermedades reumáticas inflamatorias y autoinmunes crónicas se incluyen las siguientes:

 

Todas estas patologías tienen como denominador común un estado de inflamación crónica.

 

En general, la padece el 1% de la población y las mujeres se ven afectadas 3 veces más que los hombres.

 

Aunque en la mayoría de los casos se desconoce la causa, parece que los individuos que padecen estas enfermedades están genéticamente predispuestos a su desarrollo. Esto hace que su sistema inmunitario, estimulado por diversos factores como los microorganismos, desencadene la reacción inflamatoria anormal que subyace a estos trastornos.

 

Dado que los glóbulos blancos (es decir, las células del sistema inmunitario) y los anticuerpos circulan por la sangre, la inflamación afecta a todo el organismo.

 

Los beneficios de los Omega-3 para el sistema inmunitario fueron resumidos por Artemis Simopoulos, presidente del Center for Genetics, Nutrition and Health de Washington (EE.UU.), en un artículo publicado en 2002 en el Journal of the American College of Nutrition.

 

Una de las primeras pistas en este sentido fue la baja tasa de enfermedades autoinmunes e inflamatorias en las poblaciones esquimales que habitan Groenlandia, cuya dieta es rica en pescado con alto contenido en Omega-3.

 

Revisando la teoría de que el efecto beneficioso del aceite de pescado se debe a la capacidad del Omega-3 para modular la actividad de las moléculas proinflamatorias, Simopoulos concluyó que el tratamiento de las enfermedades autoinmunes con aceite de pescado disminuye su gravedad. Al mismo tiempo, el Omega-3 reduce la necesidad de fármacos antiinflamatorios.

 

Simopoulus analizó en sus estudios las siguientes patologías:

  • aterosclerosis
  • obesidad
  • depresión
  • artritis reumatoide
  • enfermedades inflamatorias intestinales
  • asma
  • psoriasis

 

Posteriormente, Trevor Mori y Lawrie Beilin resumieron en las páginas de Current Atherosclerosis Report los efectos beneficiosos del EPA y el DHA sobre la inflamación, describiendo los datos clínicos y experimentales disponibles en la literatura científica.

 

En concreto, los dos expertos destacaron que el aceite de pescado introducido en la dieta reduce la formación de ciertas moléculas proinflamatorias, lo que lleva a concluir que estos Omega-3 podrían ser realmente eficaces en el tratamiento de enfermedades inflamatorias y autoinmunes.

 

No sólo eso, Mori y Beilin señalaron que el EPA y el DHA también son eficaces para mejorar la función de la pared de los vasos sanguíneos. La ingesta dietética de omega-3 reduce ciertos marcadores, lo que indica una reducción de la inflamación que podría explicar el efecto preventivo de estos ácidos grasos contra las enfermedades cardiovasculares.

 

 

 

Algunos ejemplos de la eficacia del Omega-3

 

 

Los estudios que han demostrado la eficacia del tratamiento de la inflamación con Omega-3 son diversos.

 

Los primeros indicios proceden de estudios en modelos animales, muchos de los cuales sugieren que la restricción moderada de la dieta o la reducción del número de calorías consumidas prolonga la esperanza media de vida al retrasar la aparición de disfunciones del sistema inmunitario asociadas al envejecimiento.

 

En particular, la duración media de la vida depende tanto de la cantidad como del tipo de ácidos grasos introducidos con la dieta.

 

Resultados de este tipo también podrían tener importantes implicaciones en el tratamiento de la obesidad, la diabetes, el cáncer y el envejecimiento.

 

Pero ya en 2003 se disponía de estudios en humanos. En concreto, una investigación publicada en el American Journal of Clinical Nutrition demostró que, en individuos sanos, el consumo de aceite de pescado durante cuatro semanas consecutivas disminuía la producción de moléculas proinflamatorias, así como la proliferación de una clase particular de glóbulos blancos, los linfocitos. La misma investigación también llegó a conclusiones similares administrando una mezcla de EPA y DHA.

 

No sólo eso, los autores del estudio también demostraron que no es necesario tomar antioxidantes para conseguir estos resultados. De hecho, la ingesta simultánea de estas otras moléculas no afecta a los beneficios antiinflamatorios e inmunitarios del Omega-3.

 

Con respecto a algunas enfermedades, la ingesta simultánea de aceite de pescado y antiinflamatorios reduce los marcadores de inflamación. Este es el caso de la enfermedad de Crohn.

 

Con el tiempo, se han multiplicado los estudios clínicos para establecer con certeza los mecanismos antiinflamatorios promovidos por la ingesta de Omega-3. Las investigaciones realizadas hasta la fecha han demostrado que la ingesta de estos ácidos grasos no tiene efectos secundarios importantes.

 

 

 

Omega-3, resolvinas e inflamación

 

Un estudio publicado en el Journal of Experimental Medicine en 2005 identificó una clase de lípidos con funciones antiinflamatorias en humanos derivados precisamente de un ácido graso contenido en el aceite de pescado.

 

Los autores de la investigación demostraron que, una vez en las células, los ácidos grasos Omega-3 son convertidos por una enzima en moléculas llamadas resolvinas. Estos factores, que también se activan al tomar aspirina, son capaces de reducir los procesos inflamatorios en cobayas.

 

La ingesta de omega-3 y aspirina también provoca la acumulación de resolvinas en el plasma humano. No sólo eso, en los seres humanos, la resolvina E1 inhibe la migración de las células inflamatorias a las zonas inflamadas y su capacidad para activar otras células implicadas en la respuesta inflamatoria.

 

Estudios posteriores revelaron que tanto las resolvinas como ciertos derivados del DHA (los docosatrienos) tienen potentes efectos antiinflamatorios e inmunorreguladores. Por ello, los expertos han destacado su importante potencial terapéutico.

 

Por último, un estudio de 2006 demostró que el EPA tiene un efecto dependiente de la dosis: a medida que aumenta la edad, también aumenta la capacidad de incorporar EPA en los lípidos contenidos en el plasma sanguíneo y en determinadas células implicadas en la inmunidad. Esto aumenta la sensibilidad del sistema inmunitario a los beneficios de estos omega-3.