Hipertensión ocular: ¿qué comer para bajarla?
La nutrición puede ser un valioso aliado de la visión. ¿Qué poner en el plato cuando la presión ocular es alta? Entre los ingredientes a privilegiar están las fuentes de Omega-3 y los carotenoides. Dos, en particular, son buenos para los ojos: la luteína y la zeaxantina. Descubramos cuáles son sus principales fuentes.
La presión ocular (o, mejor, intraocular) es la presión que ejerce el líquido dentro del ojo. De hecho, puede imaginarse este órgano exactamente como si fuera un globo que contiene agua: si no estuviera lo suficientemente lleno, se descolgaría; una presión adecuada de dentro hacia fuera, ejercida precisamente por el agua, le permite mantenerse en forma. Sin embargo, esta presión no debe ser excesiva, ya que de lo contrario existe el riesgo de que se produzcan daños que pueden perjudicar seriamente la visión.
El límite que no debe superarse es de 21 mmHg; de lo contrario, el ojo puede desarrollar una forma de glaucoma, que es una de las principales causas de ceguera en el mundo. Sin embargo, una presión ocular elevada no basta para diagnosticar la enfermedad: en ausencia de daños en el nervio óptico (el que transmite las señales nerviosas de la retina al cerebro) y de signos de glaucoma u otras enfermedades oculares, se habla más simplemente de hipertensión ocular.
Aunque no es una enfermedad, la hipertensión ocular no debe descuidarse, aunque sólo afecte a uno de los ojos. Pero, ¿cómo bajar la presión ocular? ¿Existen remedios naturales para bajar la hipertensión ocular o son los fármacos los únicos aliados para mantenerla bajo control? ¿Existe, por ejemplo, un vínculo entre la presión ocular y la nutrición que pueda aprovecharse para limitar los riesgos asociados a cualquier aumento por encima de 21 mmHg?
Hipertensión ocular: de qué depende?
Precisamente porque un aumento puede dañar gravemente las estructuras internas del ojo, la presión intraocular se regula cuidadosamente mediante un sistema de drenaje de líquido que la mantiene dentro de unos niveles aceptables (la presión ocular "normal" se sitúa entre 10 y 21 mmHg). Sin embargo, puede ocurrir que haya un desequilibrio entre la producción y el drenaje de líquido en el ojo y esto puede hacer que aumente la presión dentro del ojo, igual que ocurriría dentro de un globo al que se le añade agua.
Este fluido es producido por células situadas en la parte posterior del ojo anterior; tras acumularse en la cámara posterior, fluye hacia la cámara anterior pasando por la pupila. De la cámara anterior fluye luego a las venas que lo drenan fuera del ojo, mientras que sólo una pequeña cantidad regresa a la cámara posterior pasando por el iris. Su secreción está regulada por el sistema nervioso simpático; es, pues, la propia presión intraocular la que estimula los fenómenos que conducen finalmente al drenaje del líquido fuera del ojo.
He aquí, pues, lo que afecta a la presión ocular: en primer lugar, el correcto drenaje del líquido del ojo. También se sabe que la presión intraocular aumenta lentamente con la edad; de ahí que el riesgo de hipertensión ocular aumente después de los 40 años. Otros factores de riesgo de hipertensión ocular y de su complicación más temida (que, como ya se ha dicho, es el glaucoma) son una presión arterial elevada (hipertensión) y, al mismo tiempo, una presión demasiado baja (hipotensión), la diabetes, una miopía grave, una córnea fina, hemorragias a nivel del nervio óptico, traumatismos o intervenciones quirúrgicas en el ojo, la toma prolongada de corticoides, ciertas patologías específicas (síndrome de dispersión pigmentaria y pseudoexfoliación) y el estrés.
¿Cuándo es peligrosa la presión ocular alta? ¿alta?
Los casos de hipertensión ocular de aparición precoz son especialmente preocupantes, porque un ojo expuesto a una presión elevada durante muchos años tiene más probabilidades de sufrir daños. Sin embargo, cualquier aumento no debe tomarse a la ligera a ninguna edad. De hecho, un aumento repentino de la presión intraocular siempre puede estresar las fibras del nervio óptico. Si, además, este aumento se mantiene constante, la presión ocular puede contribuir al desarrollo del llamado glaucoma primario de ángulo abierto.
Esta última es una degeneración crónica del nervio óptico. Su relación con la hipertensión ocular podría deberse a daños mecánicos o alteraciones de las células y los vasos sanguíneos asociados, que parecen verse favorecidos precisamente por el aumento de la presión en el interior del ojo. Por otra parte, el aumento de la presión intraocular que conduce al glaucoma parece estar asociado al mal funcionamiento de las mitocondrias (los orgánulos del interior de la célula que se ocupan de la producción de energía) y al estrés oxidativo.
¿Cuáles son los síntomas de la hipertensión ocular? ¿alta?
El glaucoma de ángulo abierto es una enfermedad progresiva en la que los efectos del daño al nervio óptico pueden tardar mucho tiempo en manifestarse. Además, en la mayoría de los casos la hipertensión ocular no se asocia a ningún síntoma particular. Sólo en raras ocasiones es posible sentir dolor en los ojos al moverlos o tocarlos. No existe ninguna relación entre la hipertensión ocular y los dolores de cabeza ni entre la hipertensión ocular y los mareos.
La ausencia de síntomas no debe hacer que se subestimen los riesgos de la hipertensión ocular. Precisamente porque el glaucoma es una enfermedad lenta y progresiva, aunque el nervio óptico aún no esté dañado y la visión no se vea afectada, conviene someterse a los controles adecuados para controlar la situación lo mejor posible y reducir así el riesgo de deterioro del campo visual.
¿Qué hacer en caso de hipertensión ocular?
El mejor enfoque para el tratamiento de la hipertensión ocular es un control cuidadoso de la presión intraocular, combinado con la evaluación de cualquier daño en el nervio óptico y otras estructuras y la verificación de la agudeza visual. Por lo tanto, es esencial someterse a todos los exámenes oculares programados.
Algunos casos pueden requerir tratamiento con fármacos. El objetivo es reducir la presión antes de que la vista se resienta. El oftalmólogo evaluará la necesidad de tratamiento farmacológico, con vistas a una gestión individualizada; en particular, la elección de utilizar o no fármacos dependerá del riesgo de desarrollar glaucoma, la presencia de signos de daño del nervio óptico y el balance de ventajas e inconvenientes del tratamiento.
El tratamiento quirúrgico es más raro; si se da el caso, suele utilizarse el láser.
¿Qué comer para bajar la tensión ocular?
No existe una dieta específica para reducir la presión ocular. Sin embargo, una dieta sana y equilibrada ayuda a proteger la salud ocular en general. Entre los alimentos a privilegiar están sin duda el pescado -fuente de Omega-3, aliado de la visión- y las frutas y verduras, especialmente las de hoja verde (como la col rizada y las espinacas), fuente de carotenoides aliados de la visión.
Los beneficios de los Omega-3 para la visión están certificados por la Efsa (Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria), según la cual el ácido docosahexaenoico (DHA, uno de los Omega-3 del pescado)"contribuye al mantenimiento de una buena visión". No en vano, la retina del ojo es rica precisamente en DHA. Para llenarse de DHA en la mesa, lo mejor es comer pescados grasos como el salmón, la caballa, las anchoas, las sardinas, las sardinillas y el atún; en caso de mayor necesidad, alergias o una dieta que excluya el pescado por razones éticas, puede tomarse en forma de complementos alimenticios (recuerde: también hay fuentes de DHA adecuadas para quienes no pueden o no quieren comer pescado).
En cuanto a los carotenoides, los que se encuentran en los alimentos y llegan al ojo son la luteína y la zeaxantina, que, a diferencia del conocido betacaroteno, no son precursores de la vitamina A. Por sí mismas, la luteína y la zeaxantina no ayudan a reducir la presión intraocular; sin embargo, parecen ser útiles en el tratamiento del glaucoma por sus fuertes propiedades antioxidantes.
Una revisión de estudios publicados en la literatura científica que apareció en las páginas de Nutrients en 2021 mostró una asociación entre una dieta rica en carotenoides y un menor riesgo de glaucoma; además, niveles más altos de carotenoides en la mácula (la parte central de la retina, muy importante para la percepción de imágenes) se asocia con mejores capacidades visuales en ojos afectados por glaucoma. Más concretamente, la luteína se ha asociado a efectos neuroprotectores ejercidos en la retina.
Como ya se ha mencionado, las espinacas y la col rizada son fuentes ricas en luteína y zeaxantina; seguir una dieta más rica en estas verduras durante al menos cuatro semanas se ha asociado a un aumento del 4-5% en la densidad óptica pigmentaria de la mácula. Otros alimentos con los que hay que saciarse son el brécol, los guisantes, la lechuga, la yema de huevo, el perejil y el trigo duro. Como en el caso de los Omega-3, también se puede recurrir a los suplementos dietéticos para obtener una dosis extra o cubrir necesidades mayores; su ingesta, cuando se mantiene durante periodos suficientes (140 días), se ha asociado a un aumento significativo de los niveles circulantes de luteína en el organismo.
Otros nutrientes aliados de la visión son la mencionada vitamina A, abundante tanto en alimentos vegetales (como zanahorias y albaricoques) como animales (sobre todo hígado), la vitamina B12, que suele encontrarse en alimentos de origen animal, y el zinc, abundante en frutos secos, carne y pescado. Una dieta variada, que no excluya ningún grupo de alimentos, permite ingerir también buenas dosis de estas moléculas. Y no sólo eso, una dieta sana y equilibrada, sin exceso de sal, también ayuda a mantener a raya ciertos factores de riesgo de hipertensión ocular (como la hipertensión arterial y la diabetes).
Hipertensión ocular: ¿qué evitar?
Por otra parte, para proteger la salud ocular, es bueno evitar el humo del tabaco. En el caso concreto de la hipertensión ocular, hay que tener en cuenta la relación entre el aumento de la presión y el estrés oxidativo, que se sabe que favorece el tabaquismo.
Referencias bibliográficas
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