
Omega-3 y longevidad: un vínculo confirmado por años de investigación

Un estilo de vida saludable puede hacernos vivir más años. Pero, ¿cuáles son los ingredientes de este estilo de vida? Cuando se centra la atención en la nutrición, las grasas poliinsaturadas omega-3 aparecen entre los elixires de la juventud. Aún no se han dilucidado por completo los mecanismos que subyacen a sus beneficios, pero su vínculo con la longevidad ha sido confirmado por años de investigación. He aquí lo que nos dicen los datos disponibles.
Omega-3 y longevidad -pero también calidad- de vida: ésta es la combinación resultante del metaanálisis publicado en Nature Communications en 2021 por un grupo internacional de investigadores, entre ellos expertos de las universidades de Harvard y Cambridge. Para responder definitivamente a la pregunta de si existe una relación entre los ácidos grasos poliinsaturados (PUFA) y la longevidad, los autores de la publicación analizaron los datos de 42.500 personas que participaron en 17 estudios clínicos diferentes utilizando métodos estadísticos precisos. Descubrieron que el riesgo de morir es significativamente menor en las personas con los niveles más altos de ácidos grasos omega-3 en sangre.
Años de investigación sobre el Omega-3
Las grasas pertenecientes a la familia Omega-3 han sido objeto de numerosas investigaciones desde que en los años setenta se observó su asociación con una menor incidencia de problemas cardiovasculares entre las poblaciones esquimales de Groenlandia. Aunque desde entonces se han realizado muchos estudios sobre el tema, siempre ha habido mucho debate sobre los resultados.
Esta situación no es ni mucho menos infrecuente cuando se trata de estudios en el ámbito de la nutrición, debido a la heterogeneidad de las muestras estudiadas, la dificultad de analizar los resultados años después, la incertidumbre en las mediciones y los efectos que pueden tardar mucho tiempo en manifestarse y son, por tanto, difíciles de controlar.
Este último es precisamente el caso de los efectos de lo que comemos o de componentes alimentarios específicos sobre la longevidad. De hecho, para evaluar el impacto sobre la longevidad es necesario seguir a los participantes en el estudio y controlar sus hábitos alimentarios -y, más en general, su estilo de vida- durante décadas; esta complejidad se ve agravada por la necesidad de contar con una muestra muy amplia y lo más homogénea posible.
Por estas razones, el metaanálisis, una herramienta de investigación que, al resumir los datos de diferentes estudios, permite una visión más amplia del fenómeno y una mayor potencia estadística, se utiliza mucho en los estudios sobre los efectos de la alimentación en la salud.
En cuanto a los estudios sobre Omega-3, antes de la publicación en Nature Communication, los únicos metaanálisis realizados para evaluar una posible asociación con la reducción de la mortalidad se habían basado en ingestas de nutrientes autodeclaradas, que por diversas razones conducen a una estimación demasiado aproximada de las ingestas reales de nutrientes:
- el pescado (que es la principal fuente dietética de los omega-3 de cadena larga EPA -ácido eicosapentaenoico- y DHA -ácido docosahexaenoico-) contiene muchos nutrientes además de los omega-3, cualquiera de los cuales podría influir en la longevidad;
- la ingesta de alimentos autodeclarada depende de la memoria, que no siempre es fiable;
- las bases de datos utilizadas para estimar la ingesta de nutrientes a partir del consumo de alimentos pueden estar obsoletas.
Omega-3 en la sangre
Una medida más fiable y objetiva del consumo de omega-3 es su nivel en sangre, que depende fundamentalmente de la ingesta dietética de estos ácidos grasos. Los investigadores de la publicación aparecida en Nature Communications analizaron 17 estudios en los que se había evaluado la asociación entre estos niveles y la mortalidad por todas las causas; en total, se analizaron los datos de 42.500 personas seguidas durante una media de 16 años.
La edad media de los sujetos al inicio de los estudios era de 65 años, con un rango de 50 a 81 años. El 37% de la muestra falleció durante el seguimiento; aproximadamente el 30% de las muertes se atribuyeron a enfermedades cardiovasculares, el 30% al cáncer y el 39% restante a todas las demás causas.
Quienes viven más tiempo tienen más omega-3 en su organismo
Analizando todos los datos disponibles y tras considerar debidamente el posible efecto de otros factores de riesgo importantes, se llegó a la conclusión de que los ácidos grasos Omega-3 de cadena larga (PUFA LC n-3) se asociaban a un menor riesgo de mortalidad. En concreto, se descubrió que el 20% de las personas con los niveles más altos de Omega-3 tenían un riesgo de morir entre un 15% y un 18% menor que el 20% de las personas con los niveles más bajos; las asociaciones eran lineales tanto para el DHA como para el total de EPA+DHA, así como para otro Omega-3, el DPA (ácido docosapentaenoico). Esto sugiere que mantener niveles elevados de Omega-3 en los tejidos puede ralentizar el proceso de envejecimiento.
Los mecanismos que subyacen al efecto beneficioso de los AGPI n-3 LC sobre la biología humana son diversos, entre ellos:
- Disminución de los triglicéridos en sangre;
- efecto antihipertensivo
- fomento del buen funcionamiento del corazón y el cerebro
- prevención de la agregación plaquetaria y reducción del riesgo de formación de trombos;
- acción antiinflamatoria;
- efectos positivos sobre la biología de los adipocitos (células del tejido adiposo).
Tampoco faltan pruebas de un posible efecto protector de los Omega-3 sobre los telómeros, las "tapas" moleculares que protegen el ADN compactado en el núcleo celular. En un artículo publicado en Brain, Behaviour, and Immunity en 2013, Janice Kiecolt-Glaser y sus colegas asociaron una reducción de la proporción Omega-6/Omega-3 con telómeros más largos, lo que sugiere un impacto de esta proporción en el envejecimiento celular.
Más recientemente, en 2025, Heike Bischoff-Ferrari y sus colegas asociaron la ingesta de una dosis suplementaria de Omega-3 con tres "relojes moleculares" utilizados para medir el envejecimiento biológico basado en la metilación del ADN, una modificación epigenética del ADN, es decir, que no cambia la secuencia del material genético, pero puede influir en su funcionamiento.
Suplementos de omega-3 y metilación del ADN
El equipo de investigación dirigido por Bischoff-Ferrari tomó datos de 777 individuos participantes en DO-HEALTH, un ensayo multicéntrico, aleatorizado y controlado que reclutó a adultos de 70 años o más en cinco países europeos. Los participantes tomaron 1 gramo de Omega-3 al día, solo o en combinación con vitamina D, ejercicio o ambos, durante 3 años; se recogieron muestras de sangre al inicio del estudio y al cabo de 1, 2 y 3 años, de las que se extrajo ADN.
En el caso de los participantes reclutados en Suiza, se analizó la metilación del ADN extraído de muestras de sangre recogidas 3 años después del inicio del estudio. La edad media de estos participantes al inicio del estudio era de 75 años; el 59% eran mujeres. Bischoff-Ferrari y sus colegas seleccionaron individuos de entre estos participantes para analizarlos.
En comparación con lo observado en el grupo de control, la ingesta diaria de Omega-3 se asoció con la ralentización del envejecimiento evaluada sobre la base de tres de los cuatro relojes moleculares utilizados por los investigadores. En el caso de uno de estos relojes moleculares, el efecto era mayor si, además de tomar Omega-3, los participantes también habían tomado vitamina D o habían hecho ejercicio, o si se les había indicado que tomaran Omega-3 más vitamina D y ejercicio.
"Anteriormente, en el estudio DO-HEALTH, habíamos observado que el Omega-3 por sí solo reducía la tasa de infecciones en un 13% y la tasa de caídas en un 10%, y que las 3 intervenciones combinadas [Omega-3, vitamina D y actividad física, ed] mostraban un efecto beneficioso significativo al reducir la prefragilidad en un 39% y la incidencia de cáncer invasivo en un 61%", escriben Bischoff-Ferrari y sus colegas en las páginas de Nature Aging. "El objetivo del análisis de metilación del ADN era comprobar los efectos de las intervenciones a nivel molecular. Tres de las cuatro medidas de metilación del ADN mostraron la señal más clara para el Omega-3, destacando una respuesta epigenética específica y relevante. Esta especificidad es alentadora y apoya la idea de que las estrategias nutricionales dirigidas pueden tener efectos epigenéticos específicos sobre el envejecimiento".
Hacia una contratación a medida
Al comentar los resultados de su análisis, Bischoff-Ferrari y sus colegas también destacaron la presencia de mayores efectos epigenéticos en personas con niveles basales de Omega-3 más bajos. Esto, señalan los investigadores, "refuerza aún más la necesidad de enfoques personalizados" y "sugiere que el estado nutricional basal puede influir en la magnitud de la respuesta epigenética, subrayando el potencial del Omega-3 como intervención dirigida para influir (...) en la edad biológica". Además, como sugieren estos y otros estudios, la combinación con vitamina D y actividad física podría potenciar aún más el efecto de la suplementación con Omega-3 sobre la longevidad.
Pero, como señalan los autores del metaanálisis publicado en Nature Communication, "independientemente de sus acciones específicas" y aunque quedan por dilucidar muchos mecanismos subyacentes a su acción, parece claro que "niveles celulares más elevados de Omega-3 parecen, en general, ralentizar el proceso de envejecimiento".
Referencias bibliográficas:
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