Ácidos grasos omega-3 y cáncer

Ciertas propiedades de los ácidos grasos Omega-3 los convierten en potenciales moléculas anticancerígenas.

 

Sus características biológicas y moleculares, así como su capacidad para interactuar con otros nutrientes como los ácidos grasos omega-6 y los antioxidantes, llevan a especular con la posibilidad de que dificulten significativamente la aparición de ciertas formas de cáncer.

 

No sólo eso, sino que estas moléculas también tienen todas las credenciales para poder potenciar el efecto de ciertas terapias contra el cáncer.

 

De hecho, se sabe que el Omega-3 compite con el ácidolinoleico, un ácido graso Omega-6. Este último es un nutriente clave para el cáncer. Este último es un nutriente clave para el cáncer.

 

A través de esta competencia, el Omega-3 sería capaz de reducir la cantidad que la masa tumoral extrae del torrente sanguíneo.

 

Pero la disputa entre Omega-3 y Omega-6 no se limita a este fenómeno. De hecho, los 2 tipos de ácidos grasos también compiten a nivel de la actividad de ciertas enzimas que promueven la formación de moléculas que favorecen el desarrollo del cáncer.

 

Los Omega-3 también hacen que las células cancerosas sean más sensibles a la acción de los radicales libres, moléculas altamente reactivas que dañan las estructuras celulares. De hecho, las membranas de las células cancerosas son más ricas en ácidos grasos insaturados, grupo al que también pertenecen los Omega-3, y más pobres en ácidos grasos saturados, que por el contrario hacen que la membrana sea más rígida y menos vulnerable.

 

Por último, mientras que el ácido linoleico favorece la supervivencia de las células neoplásicas al activar un gen que impide su muerte, el omega-3 favorece laautodestrucción de las células cancerosas, limitando así la expansión del cáncer.

 

Una cuestión presupuestaria

 

Los estudios han demostrado que el efecto protector de los Omega-3 contra el cáncer depende del equilibrio entre estos ácidos grasos y los Omega-6. En concreto, cuanto mayor es la proporción de Omega-3, menor es la incidencia de cáncer.

 

De hecho, se sabe desde hace tiempo que si se alimenta a cobayas en las que se ha inducido artificialmente el desarrollo de tumores con una dieta caracterizada por altos niveles de Omega-6, por ejemplo aceite de maíz, su tasa de mortalidad aumenta significativamente.

 

Por el contrario, los niveles de supervivencia de los mismos animales aumentan si se les administra altas dosis de aceite de pescado, fuente de elevadas cantidades de Omega-3. Y no sólo eso, en estos animales también se observa una reducción del tamaño de la masa tumoral.

 

Las propiedades anticancerígenas de una dieta rica en Omega-3

 

Estos datos sobre animales apoyan la hipótesis de que los Omega-3 pueden retrasar o incluso invertir el desarrollo de diversas formas de cáncer. Pero los estudios realizados en seres humanos también parecen confirmar esta teoría.

 

Ya en 1997, investigadores de la Universidad de Ciudad del Cabo (Sudáfrica) demostraron que una dieta rica en pescado, principal fuente de Omega-3, reduce la aparición de cáncer.

 

Los autores de este estudio compararon la incidencia del cáncer de colon entre los habitantes de Ciudad del Cabo y los pescadores que vivían en pueblos costeros. A pesar de que los habitantes de la ciudad también seguían una dieta sana, caracterizada por grandes cantidades de fruta, verdura y nutrientes conocidos como protectores contra el cáncer de colon, como la fibra, el calcio y los antioxidantes, la probabilidad de desarrollar esta forma de cáncer era 6 veces menor en los aldeanos costeros.

 

Los análisis de sangre revelaron que las personas que vivían junto al mar tenían niveles sanguíneos de Omega-3 tres veces superiores a las que vivían en Ciudad del Cabo. Los investigadores justificaron esta diferencia por la mayor cantidad de pescado en la dieta de los habitantes de la costa.

 

Estos datos han demostrado, por tanto, que una proporción adecuada de Omega-3 y Omega-6 protege contra el cáncer de colon.

 

Terapias contra el cáncer: Omega-3 como coadyuvante

 

Estos resultados no significan que el Omega-3 pueda considerarse el remedio definitivo en el tratamiento de ciertas formas de cáncer. Los datos recogidos a lo largo de años de ensayos sugieren que estos ácidos grasos pueden dar excelentes resultados cuando se utilizan en combinación con los tratamientos tradicionales.

 

Un ejemplo de esta eficacia lo proporcionaron investigadores de la Universidad de Aston, en Birmingham (Reino Unido), que probaron el potencial del Omega-3 en el tratamiento de pacientes con cáncer que sufrían caquexia.

 

Este último es un trastorno de pérdida de peso extrema asociado a debilidad física y psicológica. Por desgracia, este trastorno afecta a la mitad de los enfermos de cáncer y es la causa de muerte en el 10-25% de ellos.

 

Y no sólo eso: comparando la supervivencia de individuos con la misma forma de cáncer, la esperanza de vida de quienes padecen caquexia se reduce a la mitad. 

 

Sin embargo, investigadores británicos han demostrado que la administración de ácido eicosapentaenoico (EPA), uno de los Omega-3 contenidos enel aceite de pescado, es suficiente para reducir significativamente la pérdida de peso en sólo tres meses.

 

Otro ejemplo significativo lo proporcionaron científicos de la Universidad de Iowa (Iowa City, EE.UU.), que analizaron la utilidad de los Omega-3 para potenciar la radio y la quimioterapia.

 

Tanto la radiación como algunos fármacos quimioterapéuticos matan las células cancerosas generando grandes cantidades de radicales libres, que dañan las membranas hasta tal punto que las células se ven abocadas a la autodestrucción.

 

Por su parte, los Omega-3 hacen que las membranas celulares sean aún más sensibles a la acción de los radicales libres. Esto a una amplificación tanto de los efectos de la radioterapiacomo los de la quimioterapia.

 

Estos resultados confirman observaciones anteriores de investigadores del Allie M. Lee Laboratory for Cancer Research de la Universidad de Nevada (Reno, EE.UU.), que compararon la utilidad de tomar aceite de maíz y aceite de pescado en ratas en las que se había implantado tejido de cáncer de mama humano.

 

De nuevo, el tratamiento con un fármaco quimioterapéutico, la miotomicina C, se vio aumentado por la ingesta combinada del Omega-3 presente en el aceite de pescado, que amplificó la eficacia del fármaco por un factor de 10, al tiempo que reducía la tasa de crecimiento del tumor.

 

Además, la toxicidad de la ciclofosfamida, otro conocido fármaco quimioterapéutico que mató al 50% de los animales alimentados con aceite de maíz tras 60 días de tratamiento, fue anulada por la ingesta simultánea de aceite de pescado.

 

Más recientemente, la revista Nutition and Cancer publicó una investigación de la misma universidad en la que la suplementación con altas dosis de Omega-3, 15 gramos de EPA y DHA (ácido docosahexaenoico), junto con una reducción de la ingesta de Omega-6 a niveles mínimos, curó a un paciente que padecía una forma grave de cáncer de pulmón.

 

 

Omega-3 y cánceres de mama, colon y próstata: eficacia probada

 

Desde los primeros estudios, varios han confirmado la eficacia de la ingesta de Omega-3 en la prevención y el tratamiento de diversos tipos de cáncer.

 

En primer lugar, se ha confirmado la utilidad de estos ácidos grasos en el caso del cáncer de colon.

 

Un estudio de la Universidad Católica de Roma demostró que el tratamiento diario con Omega-3, concretamente 4,1 gramos de EPA y 3,6 gramos de DHA, de pacientes con pólipos precancerosos de colon fue capaz de disminuir significativamente la proliferación celular en tan sólo dos semanas.

 

Además, la terapia se toleró bien y no tuvo efectos secundarios significativos.

 

Por estas razones, los investigadores italianos han llegado a la conclusión de que el aceite de pescado es una valiosa ayuda para las personas con alto riesgo de cáncer de colon.

 

Estos resultados fueron confirmados posteriormente por un grupo de investigadores de la Harvard Medical School de Boston (EE.UU.). Sus estudios también demostraron que el consumo regular de aceite de pescado previene la aparición de nuevos pólipos precancerosos sin efectos secundarios y es bien tolerado por los pacientes.

 

Otros tipos de cáncer contra los que el Omega-3 sería eficaz son el cáncer de próstata y, posiblemente, el cáncer de mama.

 

En el caso del cáncer de mama, Lillian Thompson y sus colegas de la Universidad de Toronto (Canadá) obtuvieron datos muy interesantes al estudiar los efectos de la ingesta de linaza en ratas.

 

Los investigadores han demostrado que estas semillas no sólo contienen ácido alfa-linolénico omega-3, sino también lignano, una molécula capaz de bloquear la producción de la hormona femenina estrógeno.

 

Ambas moléculas, explican los autores de la investigación, pueden reducir en un 50% el tamaño de los tumores de mama. Pero mientras que el ácido graso Omega-3 es más eficaz en las formas de cáncer ya diagnosticadas, el lignano ejerce su acción antitumoral bloqueando la formación de nuevos tumores.

 

Por el contrario, un estudio del Centro Oncológico Lombardi de Washington (EE.UU.) demostró que la ingesta de Omega-3 por parte de mujeres embarazadas con niveles de estrógenos significativamente elevados reducía la probabilidad de que sus hijas desarrollaran cáncer de mama en la edad adulta.

 

Por último, un estudio realizado en el Hospital Bretonneau de Tours (Francia) demostró que, en el cáncer de mama, los niveles de DHA presentes en el tejido adiposo son un factor predictivo de la sensibilidad a la quimioterapia.

Il tratamiento de las metástasis

 

Otro potencial interesante de los ácidos grasos omega-3 en oncología se refiere a su capacidad para reducir la incidencia de metástasis.

 

De hecho, para que una célula cancerosa migre fuera de la masa cancerosa inicial y colonice otras zonas del cuerpo (originando así una metástasis), es necesario que se adhiera a las membranas que recubren tanto los vasos sanguíneos como los órganos. El siguiente paso consiste en atravesar estas membranas.

 

Los omega-3 alteran precisamente la capacidad de las células cancerosas para adherirse a las membranas. Esta función se basa en la inhibición de ciertas moléculas que regulan los procesos de adhesión celular.

 

Y si las células cancerosas consiguen adherirse a las membranas, los ácidos grasos Omega-3 pueden interferir en el siguiente paso bloqueando la producción de la enzima colagenasa. Esta molécula, de hecho, es necesaria para disolver las membranas y permitir que las células cancerosas las atraviesen.

 

Varios estudios han confirmado este potencial. Ya en 1994, un estudio francés sobre 120 pacientes con cáncer de mama demostró que las mujeres cuyo tejido graso asociado a la mama presentaba deficiencias de ácido omega-3 alfa-linolénico tenían cinco veces más probabilidades de desarrollar metástasis.  

 

Posteriormente, investigadores de la American Health Foundation de Valhalla (Nueva York, EE.UU.) demostraron que, en roedores, una dieta rica en Omega-3 EPA y DHA antes de una operación de cáncer de mama reducía la probabilidad de propagación.

 

Y no sólo eso, cuanto más rica sea la dieta en estos nutrientes, menor será el volumen de las metástasis que se formen en los animales.

 

Los pacientes con cáncer que enriquecen su dieta con EPA y DHA podrían beneficiarse de los mismos efectos. De hecho, las células cancerosas humanas ricas en estos omega-3 que se alejan de la masa cancerosa original podrían crecer más lentamente y tener menos probabilidades de colonizar otras partes del cuerpo.

 

 

Una ayuda para la recuperación

 

Por último, enriquecer ladieta con Omega-3 puede ayudar a recuperar la buena salud después de una intervención quirúrgica.

 

La prueba de este potencial procede de un estudio realizado en el Hospital Deaconess de Boston (EE.UU.). Según los datos obtenidos en esta investigación, los pacientes con cáncer tras una cirugía gastrointestinal se recuperan más fácilmente si toman Omega-3 con su dieta que los pacientes tratados con procedimientos postoperatorios estándar.

 

En concreto, la ingesta de estos Omega-3 se asocia a una reducción de los problemas digestivos, a funciones renales y hepáticas más regulares, a niveles más bajos de triglicéridos y a una disminución del 50% en el número de infecciones postoperatorias.